Por: Balmore González Mira
Cuando comenzaron a consolidarse las dictaduras de América Latina y algunas también en África, era común que por aquellas calendas, las generaciones de finales del siglo pasado acuñáramos el término de “banana república” para describir lo que estaba pasando con países como Bolivia y Ecuador y hasta Colombia en la década de los noventa. La veíamos así después de elegir a un presidente con los dineros del narcotráfico; también podríamos tener como ejemplo a Cuba, cuando ya fue notorio que acababan con la economía de la isla más hermosa sobre el Caribe, en nombre de una revolución y un socialismo mentiroso y degradante. El mismo camino han seguido Nicaragua y Venezuela, que hoy no son más que dictaduras que han acabado la democracia y la economía de sus países.
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Recordando esa expresión, encuentro la siguiente definición:
“La expresión peyorativa «república bananera» se utiliza para describir un país que es considerado políticamente inestable, pobre, atrasado y corrupto. En el país bananero por lo general no se respetan ni leyes ni reglas, considerándose una virtud saltarse las reglas, mientras que cumplirlas no es valorado socialmente. Por lo general, el país bananero tiene una economía que depende de unos pocos productos de escaso valor agregado (simbolizados por las bananas), y es gobernado por un dictador legitimado de manera fraudulenta o una junta militar, o es sometido a la hegemonía de una empresa extranjera, bien sea mediante sobornos a los gobernantes o mediante el ejercicio del poder financiero”.
Con la posesión de Donald Trump hay demasiadas expectativas sobre lo que podría ocurrir desde el punto de vista de sus políticas en materia de relaciones exteriores, incluidas las de tipo económico y comercial, pues sin duda alguna Trump es un gran empresario que mira con preocupación el debilitamiento de la economía del país más poderoso del mundo y, muy seguramente, sobre esos fundamentos mirará hacia las “repúblicas banana” con el propósito de evaluar qué productos pueden serle útiles a la potencia del Norte para negociar los tratados de libre comercio.
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Podría uno pensar que si en “Macondo” le venden el ministerio de minas y energía y el de comercio al nuevo presidente de los Estados Unidos, podrán mantenerse algunas dictaduras durante unos años más; por el contrario, si eso no es posible, habrá medidas económicas que pueden empeorar y hasta asfixiar a las dictaduras y dejarlas con tal debilidad que sus pueblos harán el resto del trabajo para derrocarlas y recobrar su libertad, incluida la posibilidad de la intervención militar.
No podemos olvidar que estos gobiernos se mantienen aún porque hay quienes le juegan a su favor con favorecimientos en la política interna. En “Macondo”, por ejemplo, entregan cargos de primer nivel y contratos millonarios a congresistas de bolsillo para que voten positivamente sus reformas y así mantienen a unos lentejos que traicionan al pueblo, pero que son exitosos económicamente para continuar vigentes en la política, sin ideología distinta a aprovechar la burocracia abultada para llenar sus bolsillos.
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