EN EL LLANO DE BOLÍVAR EN SANTA FE DE ANTIOQUIA SE DISFRUTA LA MEJOR MAZAMORRA

Blanca Enid Caicedo Colorado madruga todos los días, excepto los sábados, a pilar, colar y cocinar el mejor maíz que selecciona para hacer una de las más afamadas mazamorras de todas las que se venden en la Ciudad Madre. La procesa en su pequeña famindustria para ofrecerla debajo del palo de piñón de oreja, a la entrada del coliseo municipal.

Quienes han comido por primera vez mazamorra en el Llano de Bolívar en Santa Fe de Antioquia, ahí a la entrada de la unidad deportiva, regresan siempre a repetir el tradicional maíz con leche que vende Blanca, esa preparación ancestral que combinan con dulce y que ella ofrece con un bocadillo de guayaba o con panela raspada, en las tardes de sol o lluvia, para propios y visitantes.

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La mazamorra paisa es uno de los platos que identifica la región antioqueña y, a su vez, es un símbolo de la cultura de los antepasados que habitaron las montañas, donde las plantaciones de maíz eran amplias y parecían oro en el horizonte. Pero las primeras apariciones de la mazamorra como tal —preparada con maíz simple— han sido situadas por algunos historiadores en la Antigua Roma y las naciones árabes. Sin embargo, aquella hecha con maíz morado tiene su génesis en nuestra región andina, con varias y deliciosas preparaciones.

Blanca sale en las tardes, donde ya algunos de sus clientes la esperan para disfrutar este manjar de los antepasados, que perfectamente puede reemplazar una cena. Y es que una taza de mazamorra con leche y panela es, ni más ni menos, el alimento que un cuerpo normal necesita y debería ingerir en la tarde para tranquilamente esperar hasta el desayuno del día siguiente. Dicen que los arrieros la llevaban en sus alforjas o en sus jiqueras para comerla con panela y así evitar la fatiga.

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Hace ya cinco años que Blanca sale a atender a todo el que pasa a pie, en bicicleta, en carro, en moto y hasta a caballo, para disfrutar de esta bebida con grano de maíz o solita, sin grano, la que llaman un claro frío, ideal para la sed. A este las abuelas le atribuían poderes sanadores, como ayudar a mantener bien los riñones o a aliviar los que estaban enfermos. Su frescura no tiene comparación, y cuando en la Ciudad Madre se pasa de esos 30 grados centígrados y el calor se vuelve insoportable porque no ventea, donde Blanca tienen la solución: con un solo producto lo hidratan, lo refrescan y le quitan el hambre.

Por eso, la mejor mazamorra de Santa Fe de Antioquia se disfruta debajo del ancestral palo de piñón de oreja, un árbol que puede tener 200 años ahí plantado y donde llegó Doña Blanca hace un lustro a servir la mejor mazamorra de la región. Este le sirve de sombra, pero también de testigo de todos los peregrinos que llegan por su mazamorra diaria.

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