Estrategia o razón natural; el trato, desde la perspectiva política contemporánea

Por: Mateo Cano Valderrama

En la vida cotidiana, es común observar cómo se olvida o se ignora a quienes siempre han estado presentes, mientras que a aquellos que llegan de forma reciente se les otorgan privilegios y atenciones desmedidas. Esta dinámica, que se manifiesta tanto en el ámbito personal como en el político, revela aspectos profundos de nuestra naturaleza y las normas que rigen nuestras interacciones sociales.

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Desde la perspectiva moral, uno de los factores que contribuyen a este fenómeno es la tendencia humana a valorar lo novedoso sobre lo familiar. La sorpresa y la novedad generan un impacto emocional que puede eclipsar la lealtad y el compromiso de aquellos que han estado a nuestro lado durante mucho tiempo. Este comportamiento se ve alimentado por una especie de “fetichismo de lo nuevo”, donde lo que acaba de llegar se percibe como más interesante, más atractivo y, a menudo, como más valioso. Así, se tiende a descuidar a quienes han demostrado estar presentes en los momentos difíciles, los que han trabajado en silencio y han aportado su apoyo constante.

Desde una óptica política, esta dinámica puede verse perpetuada por estructuras que privilegian la imagen sobre la sustancia. Los líderes y agentes políticos a menudo buscan atraer a nuevas audiencias para mantenerse relevantes; por ende, pueden ser más propensos a priorizar a aquellos que recién llegan al escenario político o social, en detrimento de los que han mostrado un compromiso sostenido. Esta búsqueda de novedad y popularidad puede llevar a la marginalización de voces críticas que, aunque han sido leales, no siempre ocupan el centro de atención mediática ni cuentan con el mismo ímpetu que los recién llegados. La falta de reconocimiento a los esfuerzos y sacrificios pasados no solo es una injusticia moral, sino que también puede erosionar la confianza y cohesión social en general.

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La indiferencia hacia el que siempre está puede estar también ligada a la complacencia: como su presencia es constante, se da por sentado su apoyo y compromiso. Esta actitud puede crear un ciclo vicioso donde la falta de gratitud y reconocimiento lleva a un distanciamiento, generando resentimientos tanto a nivel personal como colectivo. A esto se suma la influencia de las redes sociales, donde las interacciones son volátiles y superficiales, favoreciendo la sobreexposición de lo nuevo en detrimento de la memoria y la historia compartida.

Por lo tanto, es fundamental reflexionar sobre cómo nuestras decisiones morales y políticas pueden favorecer una cultura que valore la permanencia y el compromiso. Reconocer y cuidar a aquellos que siempre han estado presentes debe ser una prioridad, no solo por el justo reconocimiento que merecen, sino porque su lealtad y experiencia son invaluables. En un mundo que constantemente se siente atraído por lo nuevo, cultivar relaciones sólidas y significativas puede ser la clave para construir una sociedad más equitativa y justa. Esto requiere un esfuerzo consciente por parte de cada uno de nosotros para valorar la constancia y el sacrificio, así como una crítica a las estructuras que promueven la gratificación instantánea sobre el reconocimiento profundo y duradero.

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