Francisco Lopera: El Científico Antioqueño que Enfrentó el Olvido

Entrevista: Dr. Francisco Lopera Restrepo

Por: Gloria Montoya Mejía

Corría el año 2019 cuando la noticia sobre el descubrimiento del “gen paisa”, relacionado con el Alzheimer hereditario de aparición temprana, fue conocida en el mundo. Un equipo de investigadores colombianos, liderado por el Dr. Francisco Lopera, en colaboración con investigadores internacionales, publicó estudios sobre el hallazgo. Lo relevante fue la identificación de una persona portadora de esta mutación que, a pesar de tener el gen, no desarrolló la enfermedad hasta décadas más tarde de lo esperado. Esto permitió a los científicos centrarse en otro gen protector que podría ser clave para desarrollar tratamientos efectivos.

En 2023, se incorporó al equipo de trabajo el neurocientífico y premio Nobel de Fisiología o Medicina 2014, Dr. John O’Keefe, conocido por su trabajo sobre el “GPS interno” del cerebro. Se interesó al conocer el incansable trabajo del Dr. Lopera y viajó a Medellín para contribuir a la búsqueda de una posible cura para esta devastadora enfermedad: el olvido.

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Fue entonces cuando, convocada por el propio Lopera, tuve la oportunidad de conversar con ambos sobre la cultura antioqueña y la posibilidad de que factores socioculturales o ambientales pudieran tener alguna incidencia en el desarrollo de esta enfermedad. Ya no se trataba de una enfermedad degenerativa ligada a la vejez, sino de un mal que afectaba a jóvenes a una velocidad alarmante. Además, al ser genética, las posibilidades de cura eran casi nulas.

En muchas culturas antiguas, como la egipcia o la maya, se rendía culto a los muertos con la creencia de que solo mueren cuando son olvidados. Pero, ¿qué sucede cuando los vivos olvidan todo, incluso que están vivos? Esta es la tragedia que afecta hoy a 55 millones de personas en el mundo, y de no encontrarse una cura, se estima que para 2030 el número será de 78 millones, alcanzando 139 millones en 2050.

En este escenario, el Dr. Francisco Lopera Restrepo, director del Grupo de Neurociencias de Antioquia, apoyado por la Universidad de Antioquia y universidades de renombre mundial como Harvard, trabajó incansablemente hasta sus últimos días para encontrar una solución. Algunas de las entidades de salud globales más importantes creen que, quizás, en Antioquia podría estar la clave para vencer el olvido.

Esta fue una oportunidad única para mí: estar sentada con dos grandes científicos, pero sobre todo con seres humanos extraordinarios. Un privilegio incuestionable y el momento perfecto para pedirle al Dr. Lopera que me concediera la entrevista que hoy les comparto. Lo hago con tristeza, sabiendo que este gran hijo de la montaña nos ha dejado.

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Aragón, Santa Rosa de Osos, Antioquia, 1960

El único carro que circulaba por las calles de Aragón transportaba canastas de vidrio llenas de leche recién empacada. Don Luis Emilio Lopera, dueño de la tienda, organizaba apresuradamente los víveres y atendía a sus vecinos mientras se esparcía el rumor de que el 13 de mayo, según las revelaciones de la Virgen de Fátima, el mundo acabaría. La noticia impactó tanto que, en 1951, cuando nació su hijo, decidió llamarlo Francisco en honor al pastorcito portugués. Así nació Francisco Lopera Restrepo, el primero de lo que se convertiría en una familia numerosa, símbolo de las tradiciones paisas.

Ese 13 de mayo de 1960, mientras escuchaba la radio, el pequeño Francisco temía que Aragón sería el último lugar en desaparecer, pues la carretera no iba más allá. El fin del mundo no ocurrió, y para Francisco fue una señal de que el tiempo debía aprovecharse mejor. Desde muy joven, su curiosidad lo llevó a devorar los ejemplares de “El Espectador” que su padre compraba, disfrutando especialmente de los artículos sobre ovnis, que despertaron en él el deseo de ser astrónomo.

Sin embargo, un día, un titular cambió todo: “Los ovnis solo existen en la mente de las personas”. A partir de ese momento, Francisco dejó de mirar al cielo y comenzó a enfocar su atención en la mente humana. Aunque inicialmente consideró estudiar psicología, el destino lo guióhacia otro camino.

La necesidad de educar a sus hijos llevó a la familia Lopera a trasladarse a Yarumal, la tierra de figuras como el poeta Epifanio Mejía, el pintor Francisco Antonio Cano y el beato Marianito. En este entorno de historia y cultura, Francisco finalmente decidió estudiar medicina en la Universidad de Antioquia, manteniendo siempre su interés en los misterios de la mente.

Su vida dio un giro inesperado cuando, desde Belmira, un paciente de 47 años acudió a su consulta por una súbita pérdida de memoria. Fue así como Francisco comenzó a investigar una cadena hereditaria de Alzheimer que afectaba a diversas familias en la región del Norte de Antioquia, un lugar al que él ama profundamente.

Gracias a su labor y la de su equipo, se descubrió algo esperanzador en estos pacientes: algunos portadores del gen paisa responsable del Alzheimer también tienen otro gen que los protege de desarrollar la enfermedad en etapas tempranas o incluso disminuye sus síntomas. Este hallazgo representa una luz de esperanza para millones de personas y sus familias.

Una tierra para no olvidar

La medicina no era una vocación que llamara la atención de Francisco desde niño. Creció con los eficaces remedios caseros que utilizaban las mujeres de su familia: claras de huevo para las articulaciones, ungüentos de flores de margarita para sanar la conjuntivitis y papas partidas para desinflamar los golpes. Sin embargo, con el tiempo y los sabios consejos de un amigo, junto con la experiencia de vivir en Medellín y su paso por la Universidad de Antioquia, su camino hacia la medicina fue clarificándose, sin olvidar su propósito inicial: investigar los ovnis, que ahora se manifestaban en la mente humana.

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Así llegó a la neurociencia, y, por las misteriosas vueltas del destino, un paciente proveniente de su región natal, Belmira, llegó a su consulta. Desde entonces, el Dr. Lopera ha recorrido varios municipios de esa tierra tan querida, un lugar enclavado en la cordillera Central, donde los paisajes montañosos albergan algunos de los pueblos más pintorescos de Antioquia.

En Belmira, Yarumal, Angostura y otros municipios del Norte de Antioquia, familias han donado los cerebros de sus seres queridos, quienes, a pesar de haber olvidado, se resisten a ser olvidados. Se rebelan contra una genética que los condena al olvido, abriendo sus mentes al Dr. Lopera y a su equipo de investigación para que ellos puedan hallar lo que él llama los OTNIS: objetos transmisores no identificados, más misteriosos que los ovnis que buscaba en su niñez.

La gran noticia ahora es que estos cerebros, abiertos como una caja de Pandora ante los ojos de los investigadores, han revelado una nueva esperanza: el gen paisa que transmite la enfermedad puede coexistir con otro gen que protege a sus portadores, retrasando el desarrollo del Alzheimer y reduciendo significativamente los síntomas. Este descubrimiento ofrece esperanza a millones de familias que sueñan con el remedio esquivo que el Dr. Lopera persigue sin descanso. A pesar de sus más de 35 años de dedicación, la enfermedad nunca ha dejado de conmoverlo. Aún se le humedecen los ojos cuando recuerda casos como el de una mujer de 47 años que, tras ser diagnosticada, viajó desde Estados Unidos a su consultorio en Medellín. El doctor la abrazó y le dijo: “Tienes cinco años para organizar tu vida antes de que lo olvides todo”.

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Porque, como escribiera el poeta de su tierra, Porfirio Barba Jacob:

Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.

Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos…
(¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.

Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.

Mas hay también ¡Oh Tierra! un día… un día… un día…
en que levamos anclas para jamás volver…
Un día en que discurren vientos ineluctables
¡un día en que ya nadie nos puede retener!

Somos en este universo la canción de una vidaprofunda llena de altibajos, y es grandioso morir con nuestros recuerdos vivos… El Dr. Francisco Lopera Restrepo se ha marchado, luego de haber dejado claro al mundo entero que en Antioquia se hallará el remedio porque Antioquia es…

                                                        “Una tierra para no olvidar”

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