Occidente y Urabá, la nueva ruta del desarrollo

Por: Juan Diego Barrera Arias

Siempre se ha atacado, políticamente, que las obras de cemento no son obras que transformen y peor aún, que son obras que beneficien a cada uno de los ciudadanos impactados con estas. 

El desarrollo de infraestructura vial constituye un factor determinante para el crecimiento económico, la cohesión territorial y la competitividad regional. En el caso del Occidente y Urabá antioqueño, subregiones históricamente marcadas por su potencial agrícola, minero y turístico, las obras de infraestructura como el Túnel de Occidente y los proyectos viales de Cuarta Generación (4G) han transformado radicalmente las dinámicas de conectividad y comercio. Ya no son regiones que se comunican entre sí, ahora son regiones que se conectarán con el país y el mundo.

El Túnel de Occidente Fernando Gómez Martínez, que conecta a Medellín con el Municipio de San Jerónimo, ha reducido significativamente los tiempos de desplazamiento entre el Valle de Aburrá y el Occidente y Urabá del departamento. Esta obra no solo ha facilitado el acceso a zonas rurales y turísticas, sino que ha dinamizado el flujo de bienes y servicios, fortaleciendo los encadenamientos productivos entre productores locales y mercados urbanos.

Por su parte, las vías 4G, como la Autopista al Mar 1 y Autopista al Mar 2, han consolidado corredores logísticos estratégicos que integran a Antioquia con el Urabá, el Eje Cafetero y el centro del país. Estas vías permiten una mayor eficiencia en el transporte de carga, reducen los costos logísticos y mejoran la competitividad de los productos antioqueños en mercados nacionales e internacionales.

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Desde una perspectiva jurídica y de política pública, estas obras se enmarcan en el principio de función social de la infraestructura, consagrado en el ordenamiento territorial y en los planes de desarrollo regional. La inversión en infraestructura no solo responde a criterios técnicos y económicos, sino que también cumple una función redistributiva, al acercar oportunidades a territorios históricamente marginados.

Además, la mejora en la conectividad ha modificado sustancialmente las relaciones comerciales estas subregiones con otras ciudades y regiones del país. Municipios como Santa Fe de Antioquia, Sopetrán y Cañasgordas han experimentado un aumento en la inversión privada, el turismo y la formalización de actividades económicas, gracias a su nueva accesibilidad. Esto ha generado un entorno más propicio para el emprendimiento, la generación de empleo y el desarrollo sostenible.

En conclusión, las obras de infraestructura o el cemento (en términos simples) no solo representan avances en términos de ingeniería y movilidad, sino que constituyen verdaderos catalizadores del desarrollo regional. Su impacto trasciende lo físico, al transformar las relaciones económicas, sociales y territoriales, y al consolidar una Antioquia más integrada, equitativa y competitiva con si misma y con el mundo.

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