Por: Mateo González Betancur
Recuerdo que en las elecciones presidenciales en las que resultó victorioso Gustavo Francisco Petro Urrego, quienes hoy somos mayoría en la oposición veníamos con un mensaje quizás premonitorio: con la elección de un político de izquierda, como el antes mencionado, Colombia podría convertirse en una nueva Venezuela.
En mi memoria está el caso particular del líder opositor venezolano Leopoldo López, capturado por la Guardia Nacional y llevado a una celda como preso político, tras una orden directa del presidente Nicolás Maduro, bajo los cargos de asesinato, incendio de edificio público y terrorismo.
A esto se suman otros casos: Roland Carreño, periodista y dirigente político detenido en 2020, acusado de conspiración y tráfico de armas; Roberto Marrero, exjefe de despacho de Juan Guaidó, arrestado en 2019 por cargos de terrorismo y conspiración; Juan Requesens, diputado a la Asamblea Nacional, detenido en 2018 por supuesta participación en un atentado contra Maduro; Lorent Saleh, activista político, apresado en 2014 por conspiración y entrenamiento terrorista; y Yon Goicoechea, abogado y político, detenido en 2016 acusado de posesión de explosivos.

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Hoy nos damos cuenta de que no estamos tan lejos de esa realidad. El juicio contra nuestro gran colombiano, Álvaro Uribe Vélez, deja una conclusión evidente: quieren encarcelar a nuestros grandes líderes políticos y patriotas. Gracias a Dios y a la justicia, y mientras se resuelve este aterrador juicio en contra de Álvaro Uribe Vélez, hoy, en libertad puede seguir luchando por la libertad de nuestro país.
No podemos permitir que vayan por nuestro gobernador Andrés Julián y nuestro alcalde Federico Gutiérrez, quienes hoy representan la resistencia institucional frente a un gobierno que, con un cinismo impresionante, pretende acabar con las libertades, con las instituciones y con quienes defienden la legalidad y la democracia.
Son canallas los que quieren esparcir por toda Sudamérica el veneno que destruye la democracia en cada país vecino, y que hoy también envenena a nuestra Colombia. Ese veneno comunista y socialista solo ha generado odio entre clases sociales, violencia que ciega sueños y sepulta oportunidades de libertad.
Quisiera que los jóvenes entendieran que las políticas de izquierda solo nos están destruyendo como sociedad, fomentando odio, rencor y violencia en quienes ingenuamente creen que saldrán de la pobreza apostándole a ideologías nefastas.
Hoy, sin nuestro gran senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, solo queda decir: Basta. Basta de atacarnos con armas entre nosotros. No deben caer más policías ni soldados y sí arreciar operaciones militares y policiales contra los bandidos y terroristas que hoy gozan de una amnistía insensata e incoherente. Lo que debe acabar en Colombia es el hambre, el desequilibrio social, las enfermedades mentales, la drogadicción, la falta de empleo, las malas condiciones laborales, la ausencia de garantías para las empresas, los apátridas, los terroristas y este gobierno castro-chavista.
Cuando llegó este gobierno de izquierda, comunista, traidor de la patria, con su “nueva forma de hacer política”, solo pensaba: “Ojalá, mi Dios, que mi ideología y lo que pienso de Gustavo Petro sea erróneo. Espero que su proceder nos deje callados”. Pero no fue así. Lamentablemente, esta vez quería estar equivocado.
Hoy Colombia está cada vez más cerca de ser como Venezuela. El presidente demuestra, con su comportamiento, que el ex canciller Leyva no estaba equivocado: intervenciones públicas con acento alcohólico, un estado físico que sugiere consumo, y un país inundado de coca. En una de sus últimas “alocuciones” presidenciales dijo que este ha sido el gobierno con mayor incautación de coca. Claro que sí, si también ha sido el de mayor crecimiento de cultivos ilegales.
La salud enfrenta una reforma que parece más una deformación: EPS quebradas, falta de medicamentos, deterioro de la atención por carencia de personal calificado y malos manejos en el Ministerio. Si el Gobierno centraliza toda la salud, nos meterá la mano al bolsillo.
El comunismo y el socialismo, en su afán de “igualdad”, encarecen los impuestos, afectando la capacidad de las empresas para generar empleo. “Mejoran” las condiciones laborales sin prever que muchas empresas deben recortar personal o cerrar para sobrevivir. Así, deforman no solo la salud, sino también el mercado laboral.
Este es un gobierno lleno de casos probados de corrupción, con una rama judicial permeada por el Ejecutivo.
A un año de que termine este desgobierno, sigo deseando que la canción “Ojalá” del maestro Silvio Rodríguez se vuelva realidad:
Ojalá que el deseo se vaya atrás de ti
A tu viejo gobierno de difuntos y flores
Ojalá se te acabe la mirada constante
La palabra precisa, la sonrisa perfecta
Ojalá pase algo que te borre de pronto
Una luz cegadora, un disparo de nieve
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte
Para no verte tanto, para no verte siempre.
Ojalá nos detengamos un minuto y hagamos una radiografía de la Colombia actual, comparándola con la de 2002 a 2010. Ojalá que, tras un análisis sincero, reconozcamos que lo que decía nuestro Gran Colombiano —hoy preso político— era cierto, y que hoy es más que evidente. A quienes no creyeron, les digo: el “Cucho” tenía razón.
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