¿QUÉ HARIAMOS SIN LOS RECICLADORES?

Informe El Occidental 

Hay oficios que por pasar desapercibidos no dejan de ser, no solo muy importantes para la sociedad, sino que son fundamentales para nuestra vida y muy especialmente para la salud. Los recicladores son uno de ellos. 

Desde las casas, fábricas, empresas, restaurantes y muchísimos más negocios comerciales no se ha dimensionado la tarea de los recicladores en cualquier comunidad, sea ella urbana o rural. Que los residuos no sean una simple basura es su encomiable labor, que no se acumulen en todo lado creando focos de infección, que no vayan a ríos y quebradas y que sean el hábitat de ratas e insectos, también se les atribuye a su duro trabajo.

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Madrugar es el propósito de Alfonso, un recuperador de oficio. Llega al sector donde recicla; es un trabajador informal que no tiene seguridad social. Está en el Sisbén, pero dice que “ahora está más difícil conseguir una cita, esto es muy duro porque ni las urgencias nos las atienden”. No tiene afiliación a riesgos profesionales y mucho menos con qué pagar pensión. Lleva 16 años en el oficio y cada vez los años pesan más. El día que lo abordamos se había levantado a las 3 de la mañana para recorrer cerca de 8 kilómetros con su carreta y poder llegar a los edificios donde consigue algo de cartón, madera y vidrio. Mucho material contaminado, dice: “Echan muchos sobrados de comida con el papel y ya con eso lo dañan”.

“En algunos lados y apartamentos nos tienen algo separado y hay gente muy educada, en otras partes nos insultan y hasta nos dicen que dejemos de estorbar y de regar la basura”. Los maltratan. Dice que en muchas partes hay otras personas que los acogen con mucho cariño y los tratan muy bien.

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Willian Alberto Silva nació en Barranquilla y llegó a Medellín en 1970 a la edad de 20 años. William le dijo a El Occidental que recoge y recupera los residuos y los excedentes de cartón, plástico, botellas, papel e icopor por todo el sector de Laureles, de la carrera 70 hacia arriba. Lleva 46 años en esta tarea. Todos los días, después de terminar su labor a la 1 o 2 de la mañana, se va a dormir; se levanta ahí, en Naranjal, donde paga una pieza de $12.000 por noche, y coge camino con su carreta hasta La Paz, ahí arriba de la Plaza Minorista, a vender al mejor postor lo que ha logrado separar en una verdadera tarea de recuperador, como lo hacen muchas personas en la ciudad de Medellín, con un recorrido diario de 10 kilómetros en su carreta.

A la edad de 74 años, William sigue esta tarea por muchas razones. “La razón fundamental es que he estado en varias instituciones donde me han prometido que me darían $40.000 diarios para el sustento o tal vez una cifra semanal para que pueda vivir y nunca me han cumplido”, dice con su tono aún costeño y su voz cansada.

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El alma y la vida de William es su carreta, limpiando la ciudad, separando y recuperando lo servible de las basuras para poder hacer con ello su vida, pagar su habitación diaria y poder ingerir alimentos.

El PET hoy es lo que más le ayuda a subsistir; se lo pagan a $2.000 el kilo, porque los otros elementos recuperados están completamente baratísimos. Poco le dan por la chatarra, que la están pagando a $700, y por el papel, a $500 el kilo, el mismo que él llama “el archivo”.

Como Alfonso y William, hay miles de personas dedicadas a esta difícil tarea: recuperadores de oficio. De eso viven, es su vida, es su sustento. Están por todos lados en ciudades y municipios. Cuando los veamos, valoremos su trabajo. Están completamente desprotegidos en salud y en seguridad en el trabajo. Muchos de ellos son huérfanos, enfermos, ancianos, maltratados en salud y sin seguridad social. Jamás se pensionarán.

El interrogante que nos queda es: ¿Qué haríamos sin los recuperadores?

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