DE MACONDO A MILEI

Por: Félix Alfazar González Mira

Como estamos cíclicamente de nuevo en modo Macondo por Cien Años de Soledad en Netflix, e igualmente en el ciclo y modo político en Colombia, donde el debate es extrema izquierda vs. más democracia; más Estado vs. más libertad; en fin, Uribismo vs. Petro-Santismo. Con todo lo temerario que pueda resultar y después de disfrutar los ocho capítulos de la primera temporada de la serie, me atreveré a sacarle esa parte que pude observar en la novela llevada a lo audiovisual.

Javier Milei se está convirtiendo en el referente global de la denominada derecha, de los libertarios, de la democracia liberal, de los que enfrentan la narrativa progresista alentadora de teorías demostradamente fracasadas en la tarea del bienestar de las gentes, la que ideologiza todo pensamiento, expresión o actitud humana ante cualquier acontecimiento cotidiano, la que produce pobreza y destrucción en la sociedad; en fin, la que tiene a Venezuela y Cuba en la pobreza del siglo XIX. En la búsqueda teórica del comunismo como etapa superior del socialismo para la desaparición del mercado y el Estado, como lo definen sus teóricos del siglo XX.

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¡Oh paradoja! El pueblo ficticio imaginado por García Márquez tuvo todo lo contrario a lo que su creador alentó en vida.

Si a García Márquez el Coronel Aureliano Buendía se le parecía al General Uribe Uribe, Macondo podría resultar lo más aproximado al Estado Federalista de la Constitución de Rionegro. Al señalar el maestro Gerardo Molina, en afortunada síntesis citada por Alberto Velásquez Martínez: “Las innovaciones propuestas por ese grupo insurrecto, los Radicales, estaban en la abolición de la esclavitud, libertad absoluta de imprenta y de palabra, libertad de enseñanza y religiosa, libertad de industria y comercio así como de armas y municiones, el sufragio universal directo y secreto, la supresión de la pena de muerte, la abolición de la prisión por deudas, el juicio por jurados, la disminución de las funciones del ejecutivo, el fortalecimiento de las provincias, la abolición de los monopolios y de los diezmos, el libre cambio, el impuesto único y directo, la abolición del ejército y la expulsión de los jesuitas”. Podría tener razón el francés Victor Hugo al señalarla como ¿constitución para ángeles?

Macondo era una arcadia de paz, idílica, pastoril, si se quiere angelical, antes de entrar el Estado como organización social. Al aparecer el corregidor Apolinar Moscote, conservador y representante del Estado, en escena, empiezan a suceder asuntos propios de las normas, órdenes, regulaciones, como en el Estado de hoy en Argentina. El País de España, citado por Juan Carlos Echeverri, señala: “La rebelión del ‘¡Viva la Libertad, Carajo!’ es un grito de independencia contra ese yugo, el Estado. No había casi ningún ámbito de la vida de una familia argentina que no estuviera supeditado a una regla de la cual alguien secretamente se beneficiaba. Importar, exportar, comprar, vender, trabajar, tener dólares, obtener un crédito, emprender, estudiar eran parcelados a alguien con influencia en el monstruo leviatánico del Justicialismo”.

Macondo era un pueblo aislado, rodeado de una naturaleza exuberante y hostil, sin conexión con el exterior. Esta situación geográfica puede simbolizar la autonomía, el aislamiento político y su autogobierno.

La vida en Macondo se caracteriza por ser un microcosmos aislado, donde la historia y el tiempo se viven de manera cíclica y mágica.

La relación entre la vida en Macondo y el Estado como organización de la sociedad se caracteriza por una tensión entre la autonomía y la centralización, la tradición y el progreso, la magia y la realidad, y la comunidad y el individualismo.

Pues bien, Milei y sus ideas políticas también podrían ser lo más aproximado a lo recreado por García Márquez en términos de libertad total y absoluta, pareciéndose a un verdadero libertario en el ideario anarquista, que defiende la libertad absoluta y, por lo tanto, la supresión de todo gobierno y de toda ley.

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