Por: Balmore González Mira
Me pidieron unos Paisanos que escribiera sobre la ingratitud y la deslealtad, porque les parecía que todos los días existían más estos comportamientos por parte de la humanidad, y si bien es cierto que hace unos meses escribí sobre la gratitud y la ausencia de memoria, les respondí que mejor escribía sobre lo que había en mis principios de vida, los cuales habían sido predicados permanentemente en mi existencia, la Lealtad y la Gratitud, con los que he actuado siempre.
Y lo hago así, porque escribir en negativo es como si se estuviera fustigando a alguien en especial por ser precisamente contrario a las prácticas del buen vivir. La lealtad y la gratitud las defino como dos virtudes que hacen vivir tranquilamente al ser humano.
He escuchado miles de veces que la único que Dios no perdonó fue la ingratitud y por ello es mejor hablar en positivo y definir con muchos ejemplos como se podría configurar este sentimiento, que al lado de la lealtad perfectamente podrían convertirse en dos virtudes del ser humano, cómo ya lo expresé, que al parecer se están olvidando.
Gratitud y lealtad se pueden definir, creo yo, como el respeto y afecto, dentro de un comportamiento que se guarda hacia alguien, dónde se busca no herirlo y tener una recordación eterna por algo que se recibió de esa persona y que jamás podrá olvidarsele a quien fue beneficiado con ese favor, dádiva o prebenda. No se podría expresar la gratitud sino va acompañada de la lealtad.
Actuar en la vida con lealtad y gratitud es a veces muy difícil y por eso a veces es demasiado costoso tomar decisiones coherentes que lleven estas dos virtudes tan escasas en el ser humano.
Por ello prefiero que algunos me llamen ingenuo o romántico a qué me digan ingrato y desagradecido o desleal y traicionero.