LA VERDADERA CONSULTA: LA PRIMERA VUELTA

Por: Félix Alfazar González Mira

La Constitución de 1991 en Colombia estableció la primera vuelta electoral presidencial principalmente para profundizar la democracia, fortalecer la participación ciudadana y asegurar que los gobernantes tuvieran un respaldo mayoritario, evitando la concentración de poder en élites y promoviendo la representación efectiva del pueblo sobre el arrastre de los partidos, mediante la obligatoriedad de una segunda vuelta si nadie obtiene más del 50 % en la primera, garantizando así un mandato con legitimidad popular directa para asegurar que el presidente electo cuente con el apoyo de la mayoría de los votantes, no solo una pluralidad, fortaleciendo su autoridad y legitimidad para gobernar.

Rompiendo con el sistema partidista de “locomotora de arrastre”, donde el candidato presidencial jalaba a otros candidatos al Congreso, buscando una mayor independencia y enfoque en el programa presidencial. Consolidando la soberanía popular al reforzar el principio de que el poder emana del pueblo, quien lo ejerce directamente o a través de sus representantes, con la primera vuelta como herramienta para concretar esa voluntad.

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En resumen, la primera vuelta fue una reforma clave para una democracia más robusta, transparente y participativa, en línea con los principios de la nueva Constitución.

La Constitución del 91 separó las elecciones regionales para alcaldes, concejales, diputados y gobernadores de las nacionales al Congreso y a la Presidencia, con el propósito moderno de no interferencia de naturaleza política, de fuerza, de moda o de opinión que tuviera injerencia en las decisiones locales y regionales. Dejar tranquilamente que los electores resolvieran a quién elegir su alcalde o gobernador. E igualmente, también, en años y tiempos separados, pudieran elegir libremente sus parlamentarios y presidente. Y a fe que ha funcionado. No son iguales los análisis y resultados para cada elección. La democracia en sus tres niveles, funcionando.

Y para resolver que unas minorías no nos gobiernen, estableció la segunda vuelta entre las más altas minorías, de donde los electores resolverán prontamente quién saca las mayorías legítimas, legales y constitucionales para gobernarnos.

Una consulta en las elecciones parlamentarias produce efectos de arrastre de la maquinaria de los partidos hacia su candidato. Es el mismo establecimiento político tradicional resolviendo quién nos gobernará. La primera vuelta tiene la virtud de que es la opinión pública informada, con elementos políticos y candidatos analizados durante la campaña, quien mejor la interpreta, quién mejor llena sus aspiraciones y quién, mayoritariamente, sería el mejor presidente.

No puede haber temor en que la izquierda radical gane en ese evento. Es sabido siempre que ella tiene un núcleo del 30 % de los votantes. Requieren y buscan, eso sí, como lo hicieron en el 2022, quiénes en segunda vuelta les adicionen lo necesario para el cincuenta por ciento más uno.

En definitiva, y en las actuales circunstancias histórico-políticas del país, donde se definirá qué tipo de sistema se va a implementar, el neocomunismo o el de la libertad y la iniciativa privada; y ante la frustración colectiva por el desastre progresista y ante la pobreza de candidatos a la consulta que no va de “Abelardo a Fajardo”, es sustancialmente mejor para nuestra democracia que el pueblo se exprese, en primera vuelta, libre de ataduras y “arrastres de la clientela política”, manifestándose libre y soberanamente por el candidato de sus preferencias.

Como sabemos que Colombia no abriga un sentimiento socialista y menos neocomunista, estaremos en la tranquilidad de escoger un presidente amigo de la libertad, la democracia y la iniciativa privada.

En las actuales circunstancias políticas del país, la primera vuelta es la mejor consulta. Se presentarán representantes de bloques de izquierda y extrema izquierda, centro y centro derecha. Cepeda y Roy pueden dirimir sus mayorías, ya que el primero no puede estar en nueva consulta en la primera vuelta, si no resuelven antes quién de los dos representa la continuidad del proyecto petrista. Fajardo, Dávila, Pinzón, la del CD y De la Espriella dirimirán quién tiene el respaldo mayoritario de la opinión pública y de las corrientes políticas participantes. Entendiendo que los otros precandidatos que están en el escenario son casi inexistentes y podrían jugar como fórmulas vicepresidenciales o equipos de gobierno.

Chile podría ser el ejemplo vivo de que la primera vuelta, de manera institucional, serena, tranquila y sin interferencias indeseadas, puede solucionar ante el pueblo un gran problema de la condición humana: el ego enaltecido. ¡Sienta a cada uno con sus cifras!

No será mejor avanzar en el debate de las ideas, programas y proyectos de cada corriente de opinión y, en el camino de la campaña, irán surgiendo coincidencias programáticas que van consolidando bloques mayores que llegarán más fortalecidos a la primera vuelta electoral.

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