Por: Félix Alfazar González Mira
En este país, a veces periodos, hechos o circunstancias son definidos en una frase: recuerdan a López Michelsen con “si no es Barco, ¿quién?”. Tal vez fue Sabas Pretel, que venía del sector privado y nombrado por Uribe ministro del Interior, decía una vez que la “política era dinámica”, queriendo significar que a cada momento se presentaban movimientos en diferentes direcciones; se decía una cosa como la otra, se pensaba hoy así y mañana de forma diametralmente opuesta, dándole razón al de Envigado, el filósofo Fernando González, cuando decía que “el hombre que no se contradice se mantiene esclavo de una sola idea”.
Pues bien, todo ello lo estamos viviendo en estos prolegómenos de escogencia del candidato de la derecha para enfrentar a la extrema izquierda para el año entrante.

El partido de la oposición sería, coherente y juiciosa, el CD; se enredó en sus propias espuelas después del asesinato del que iba a ser presidente de los colombianos. Esa circunstancia le movió la estantería y lo introdujo en las profundidades de la incertidumbre y las condiciones humanas.
Nunca pude elaborar una explicación, después de Álvaro Uribe encabezar dos veces Senado, por qué reclutó a un joven del Partido Liberal, Miguel Uribe Turbay, para hacerlo en la tercera prueba electoral del CD al Congreso. Pensé q podría ser agradecimiento póstumo a su abuelo Turbay Ayala por lo que significó su impulso en los inicios de su carrera pública. Pero no, estaba errado. Sus capacidades, preparación, conocimiento, su corta pero fecunda experiencia en gerencia pública, sus bríos corcelescos lo habrían hecho el aventajado presidente de los colombianos. Su responsabilidad y amor por Colombia no le permitieron encontrar en su redil partidista circunstancias y personas que llenaran ese espacio necesario de liderazgo en el Congreso de la República.
Con el “dinamismo de la política” y el relevo de las reglas del juego establecidas para escoger candidato del CD, llevará a que el jefe de la colectividad, revestido de autoridad moral y política, liderazgo y legitimidad ante la mayoría de la opinión pública nacional, escoja el candidato a la presidencia; que no será dentro del CD sino que, en la certeza comprobada reiteradamente de que hay mucho más uribismo que CD, se irá hacia un militante uribista del amplio espectro ideológico que encierra e interpreta el cuerpo de la “doctrina uribista”.
Así como hace cuatro años señaló la cabeza del legislativo en hombros de un uribista; hoy, para la cabeza del ejecutivo, veo el camino despejado para que el señalado salga de las entrañas de los que han abrevado en las tesis que recuperaron a Colombia del “Estado Fallido” a la estrella de Latinoamérica entre 2002 y 2010, con resultados transformadoramente revolucionarios en todas las áreas del acontecer nacional.
¿Cuál será? No lo sabría. Sin embargo, otea en el horizonte de la esperanza nacional algunos que son visiblemente uribistas trasegados por el sector privado y en el ejercicio de sus profesiones liberales, siendo probadamente exitosos en tareas que la libertad económica y su iniciativa brillante los ha llevado a emprender.
Otros con buen bagaje y probada experiencia en el sector público, algunos jóvenes con ganas, formados académicamente, que lamentablemente vienen de una escuela que harto daño le ha producido al país, la del despreciable santismo.
Más allá podríamos señalar un neouribismo en tránsito de arrepentimiento, militante de las prácticas mañosas que nos llevaron al fracasado, costoso en todo y moribundo acuerdo de paz con las FARC; despertando prevenciones y dudas razonables en la militancia del Centro Democrático. Por la traición de Juan Manuel Santos e Iván Duque.
Que la Providencia ilumine radiantemente el camino que habrán de recorrer las mentes de nuestros dirigentes políticos bajo la coordinación del expresidente Uribe Vélez. Que Abelardo de La Espriella y Juan Carlos Pinzón respondan a la confianza tranquila que puedan depositar los electores angustiados en salir del estado de cosas en que estamos.
Si bien el extremoizquierdismo tiene fortalezas en la narrativa mentirosa repetida reiteradamente por las bodegas, un robusto presupuesto para derrochar en campaña y una capacidad comprobada para ganar violando todas las normas; está en más precarias condiciones que en el 2022 al desconocer su forma de gobernar y las expectativas de cambio que alentó y prometió. Y ganó por 600 mil votos a un candidato ausente, sin cuadros directivos en buena parte del país, sin recursos económicos en las regiones, sin vigilancia electoral y tantas falencias más. El que señalen en marzo desde la oposición será el seguro presidente de la República por el hastío total que ha despertado ante las mayorías nacionales el gobierno más corrupto de la historia republicana de Colombia.
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