Por: Balmore González Mira
Revisando mi correo electrónico y recapitulando sobre mis columnas de opinión, hace algunos meses escribí sobre la gratitud y de varios lectores me llegaron comentarios que tienen que ver con este tema; expresiones diversas que me llamaron la atención y que resultó más sensible de lo que esperaba y que en realidad escribí por lo que representa para mí la gratitud en términos de lo que significa en la vida y en vida poder agradecer.
Uno de los lectores me proponía que escribiera sobre la ingratitud en términos de la política y me decía que jamás olvidaría cuando un alcalde de su municipio le entregó las llaves de su casa y que ese era su sueño de toda la vida, tener techo para sus hijos, que de ahí en adelante solo votaría por él o por quien él le dijera. Sin embargo recuerdo y sé, que en materia política la ingratitud es la constante y por eso siempre la combino con la deslealtad como el cóctel favorito en ese medio, dentro del cual me he movido cuatro décadas, con historias y anécdotas con las cuales podría escribir un libro.
Pero otro lector me llevó por el sendero con sus comentarios a decirme: “escriba sobre la gratitud empresarial versus la gratitud laboral”. Como no soy experto en este tema y solo pidieron mi opinión, me atreveré a hacerlo con respeto y por respeto a ese lector.
Las empresas legalmente constituidas, además de ser bien difícil que sean exitosas en nuestro medio, luego de salir adelante tienen la bendición de generar empleo y riqueza para sus dueños y para sus trabajadores. Y cuando dije legalmente constituidas es porque cumplen con todos los requisitos de ley y en esa misma forma vinculan a sus trabajadores. Por ello, al frente, estos empleados que hacen parte de esa empresa deben, al lado de sus derechos, pago oportuno de su salario y de todas sus prestaciones, condiciones laborales aptas, respeto como seres humanos, etc; tener unas obligaciones contractuales qué cumplir, las cuales comienzan con el cumplimiento de horarios, eficiente desarrollo de tareas, eficacia en sus labores, lealtad, confiabilidad y confidencialidad, respeto, entre muchas otras, para quien le ha ofertado un empleo legal.
Pero el paso de los años va generando, en algunos casos, elementos de deterioro en la relación laboral y tanto patrono como trabajador deberían prepararse desde el principio para ser justos en el momento en que la relación se rompa o al momento del retiro del trabajador, inclusive para su pensión.
No puede ser que salgamos despotricando de la empresa que nos prodigó empleo con ingresos, salud, educación, vivienda, transporte y vehículo y tampoco es justo que se denigre del trabajador que brindó su mano o fuerza laboral con dedicación, profesionalismo, honestidad, responsabilidad y transparencia por muchos años y se descalifique su ejercicio por una desavenencia o errores, que son siempre comunes y existentes.
Finalmente, es increíble que haya en pleno siglo XXI patronos explotadores o hasta esclavistas y que haya trabajadores que se les pague lo legal y justo y estén siendo desleales e ingratos con la empresa que les brinda bienestar y estabilidad. “Ni tan cerca que queme al santo, ni tan lejos que no lo alumbre”