Por: Mateo González Betancur
En un país como Colombia, marcado por una historia de desigualdad y conflicto, la ética en la política no solo es un ideal noble, sino una necesidad urgente. La política ética debe ser el cimiento sobre el cual se construya una sociedad más justa, equitativa y próspera. Esto implica un compromiso genuino con la inversión social, el apoyo al capital privado, la seguridad, el orden, la justicia, la honradez, la humildad y, sobre todo, la confianza en el Estado.
La verdadera política ética comienza con la inversión social. No se trata solo de cifras en un presupuesto, sino de vidas mejoradas, de oportunidades creadas y de esperanzas renovadas. Para las personas de bajos recursos, la inversión social significa acceso a educación de calidad, servicios de salud dignos, y oportunidades laborales que permitan una vida digna. Los líderes políticos deben entender que cada peso invertido en programas sociales es una inversión en el futuro del país. Se necesitan políticas que promuevan el bienestar de todos los ciudadanos, independientemente de su estrato socioeconómico.
Un aspecto crucial de la política ética es el apoyo al capital privado. Este apoyo no debe entenderse como una concesión a los grandes empresarios, sino como un impulso al emprendimiento y la innovación. El sector privado es un motor esencial para el desarrollo económico, generando empleo y promoviendo el crecimiento sostenible. Las políticas deben facilitar el acceso a financiamiento, simplificar trámites burocráticos y crear un entorno propicio para que las empresas puedan prosperar. Solo así se podrá construir una economía robusta y resiliente, que beneficie tanto a los pequeños emprendedores como a las grandes corporaciones.
No se puede hablar de ética en la política sin mencionar la seguridad y el orden. Durante la presidencia de Álvaro Uribe Vélez, Colombia experimentó una mejora significativa en términos de seguridad. Su enfoque en la mano dura contra el crimen y el fortalecimiento de las instituciones de seguridad es una lección valiosa. Sin embargo, es fundamental que estas políticas se implementen con respeto a los derechos humanos y la justicia. La seguridad no debe ser vista como un fin en sí mismo, sino como un medio para garantizar la paz y la prosperidad para todos los colombianos.
La justicia y la honradez son pilares fundamentales de la política ética. Los ciudadanos deben poder confiar en que sus líderes son justos y honrados, y que actúan en el mejor interés del país. Esto significa transparencia en la gestión pública, rendición de cuentas y una lucha frontal contra la corrupción. Los políticos deben ser ejemplos de integridad, demostrando que el servicio público es un honor y una responsabilidad, no una oportunidad para el enriquecimiento personal.
La humildad y la confianza en el Estado son esenciales. Los líderes deben recordar que están al servicio del pueblo, y no al revés. La humildad en la política significa escuchar a los ciudadanos, entender sus necesidades y actuar en consecuencia. La confianza en el Estado se construye a través de acciones concretas que demuestren que el gobierno está comprometido con el bienestar de todos sus ciudadanos.
Finalmente, quienes ejercen y proponen una política con ética, con responsabilidad y con todo el amor por las comunidades, suelen ser los que terminan olvidados y ahogados en sus propuestas de cambio. Las comunidades exigen cambios, marchan y se enfrentan a las políticas tradicionales, que poco o nada han aportado al mejoramiento en la calidad de vida de los votantes, pero son los mismos votantes, quienes cuando tienen la oportunidad de elegir a quienes traen nuevas ideas, se asustan y siguen tomando la decisión de irse por quienes tradicionalmente los han abandonado.
En conclusión, una política ética en Colombia debe ser un compromiso inquebrantable con la inversión social, el apoyo al capital privado, la seguridad, el orden, la justicia, la honradez, la humildad y la confianza en el Estado. Solo así se podrá construir una sociedad más justa y equitativa, donde todos los colombianos, sin importar su nivel socioeconómico, puedan prosperar y vivir en paz. La política ética no es una opción, es una necesidad para el futuro de la nación.