CUANDO NOS AVERGONZAMOS DEL GOBERNANTE QUE ELEGIMOS 

Por: Balmore González Mira 

La primera impresión que cualquier ciudadano tiene de quien es elegido Presidente, Gobernador o Alcalde de su país, departamento o municipio, es que lo hizo por méritos, por capacidad y porque utilizó todos los canales y caminos legales y legítimos que le dió la democracia y la Constitución de su patria para llegar a tal dignidad.

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Jamás en una democracia y en un estado de derecho se podría llegar a pensar que un gobernante fuera elegido con los dineros de la delincuencia y mucho menos que esos recursos fueran tan inagotables que excedieran los límites que la misma ley da para los gastos de campaña. También es impensable que en una nación con tradición demócratica se espere que se utilicen todas las artimañas para llegar a estos cargos, con el slogan de que el fin justifica los medios y que después se acuñe la frase de que todo fue a espaldas del entonces candidato.

Pero cuando nos ufanamos de tener y pertenecer a un estado social de derecho, también nos tenemos que avergonzar de que quien es elegido gobernante,  todos los días pisotee la constitución y las leyes, que ese personaje negocie la ley debajo de la mesa, para obtener recursos ilícitos para su campaña y propósito de triunfo, como ya ocurrió en el pasado; que se negocie con criminales para que se planteé una supuesta paz, como anhelo de los colombianos. Es decir, jugar con las esperanzas de un pueblo, para solo mencionar lo que sucede al nivel nacional.

Los buenos gobernantes legítimos no solo deben serlo sino parecerlo, ser juiciosos y dedicados, sobrios y ejemplares; no deben ser los que generen un escándalo diario, sino los que den ejemplo de buenas personas, buena gente y buenos ciudadanos. 

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Un alcalde municipal por ejemplo, que resulta ser el más cercano a su población, debe ser un ciudadano de bien y mostrar buen comportamiento; tratar bien a su gente, no embriagarse hasta perder los estribos, estar exento de adicciones que pongan en peligro la gobernanza y la gobernabilidad.

Muchos gobernantes nos avergüenzan con sus comportamientos y si bien es de los seres humanos equivocarse, quienes tienen la responsabilidad de dirigir a sus pueblos son los que menos margen de error deben tener. Los gobernantes tienen unas normas que cumplir, ser ejemplo a imitar y no ejemplo de burlas y de malos procederes. Deben ser ídolos para sus gobernados y no vergüenza para sus conciudadanos.

En muchas latitudes se cuecen habas con los gobernantes elegidos, errores pueden haber, pero lo que jamás un pueblo puede es llegar al punto de  avergonzarse de su gobernante por sus diarias conductas inaceptables, por sus actuaciones que rayan casi siempre con el delito. Es vergonzoso tener un gobernante que todo el tiempo esté pisando la delgada linea de la legalidad hacia la ilegalidad. Es vergonzoso que cada día despertemos con una noticia nueva y mala en la que esté involucrado algún gobernante. 

¡Es vergonzoso que lleguemos siquiera a pensar que  nos avergonzamos de los gobernantes que elegimos!

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