Por: Balmore González Mira
Siempre nos dijeron y hasta lo leímos en los libros de historia política de los países dominados por los regímenes autoritarios o en trance a la dictadura, que estos se volvían expertos en instalar cortinas de humo o distractores que pusieran a la gente a hablar y pensar en estupideces que los mantuviera alejados de los temas importantes. El ejemplo en Colombia es diario.
Desde que Gustavo Petro se hizo presidente hemos visto como se desgobierna con algunos visos de poco importa la gente, es decir, que este “gobierno del cambio” ha gobernado con soberbia alta, sin importar lo que diga la opinión y sientan los ciudadanos que ya están defraudados y decepcionados con sus tácticas, las mismas utilizadas en Cuba, Nicaragua, Venezuela, donde se enriquecen a cualquier precio las cúpulas y los anillos cercanos al gobernante y los pueblos cada día padecen las irresponsabilidades de estos falsos líderes mundiales; todo porque hay una oposición que nunca les hace estallidos sociales y marchas destructivas, porque su esencia civilizada no se lo permite, así como ellos las hicieron, las hacen y muy seguramente las seguirán haciendo como su forma de combinar las luchas.

Resulta demasiado evidente y además grotesco lo que hace Petro con un pueblo que por demás parece que sufrieramos de estupidismo agudo, que como lo define la IA,
“El “estupidismo” es un concepto que se usa para describir una corriente actual donde la ignorancia y la estupidez no solo no dan vergüenza, sino que ganan adeptos, a menudo propagándose a través de las redes sociales y el pensamiento superficial. También se puede referir a la acción de hacer cosas de manera estúpida, es decir, de forma irracional o torpe, como se puede ver en la definición de estupidismo como sinónimo de sinergismo. El término se opone a la inteligencia, el conocimiento y la reflexión crítica”. Y aunque el estupidismo de Petro es conciente, nos puso a todos dentro del espectro de los estúpidos que hablamos de lo que él desea que hablemos.
Los candidatos presidenciales, por ejemplo, todos, hablan todo el tiempo de Petro, menos los que aspiran mantener su “inigualable legado”. Esos saben que lo mejor es tomar distancia de lo que ha sido el peor gobierno de nuestra vida Republicana y por eso ni lo mencionan, en cambio sus opositores caen en la trampa de hablar de todo lo que Petro quiere que hablen, estupideces.
El tema importante, como como los presuntos sobrecostos en la compra de aviones, es tapado con un trino donde el presidente dice que visitó un burdel. No son importantes el silencio ruidoso del presidente frente a la inseguridad, los ataques terroristas en Colombia, el desbordado aumento de los secuestros y otros temas; pero sí lo son el que haya salido a decir que “Siempre hay que combinar la sexualidad con la cultura, eso se llama erotismo”, estupideces replicadas por montones y hasta por la estupidez mía de estar hablando acá de un estupidismo insulso y vano, para un país que espera propuestas e ideas en una campaña al Congreso y a la presidencia del país que es tal vez la más importante desde la creación de la República de Colombia.
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