Cuatro Años de Aprendizaje: Límites al Poder para Proteger la Democracia

“Cuando un payaso se muda a un palacio, no se convierte en rey. El palacio se convierte en un circo” – Proverbio Turco.

Por: Juan Diego Barrera Arias

El poder presidencial, por su naturaleza, concentra una alta responsabilidad institucional, política y simbólica. Quien lo ejerce no sólo representa a la nación ante el mundo, sino que también encarna la dirección del Estado y la conducción de sus políticas públicas. Por ello, este cargo exige sensatez, cordura y una profunda comprensión del equilibrio democrático. Sin embargo, cuando el presidente carece de estas cualidades, el sistema jurídico, por sí solo, resulta insuficiente para contener los excesos que pueden derivarse de una mala administración del poder. La democracia y la defensa de la Constitución son una convicción personal; ignorarlo o no sentirlo, conlleva a la autoritarismo y el desequilibrio en el Estado. 

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La historia política ha demostrado que el diseño institucional no siempre previene el abuso. Las leyes, aunque fundamentales, requieren de voluntad política y de conciencia ciudadana para ser aplicadas y de contrapesos efectivos que no dependan exclusivamente de la buena fe del gobernante. Cuando el presidente no entiende la investidura que ostenta, ni respeta los límites que la democracia impone, el riesgo de concentración de poder, arbitrariedad y erosión institucional se incrementa peligrosamente.

Por ello, es imperativo fortalecer los mecanismos de control: robustecer la independencia judicial, garantizar la autonomía de los órganos de control, y fomentar una ciudadanía activa y crítica. El poder presidencial debe estar rodeado de límites claros, no como una forma de obstaculizar la gobernabilidad, sino como una garantía de que el poder se ejerza con responsabilidad, transparencia y respeto por el orden constitucional.

En definitiva, el sistema jurídico debe evolucionar para no depender únicamente de la sensatez del presidente. Debe prever escenarios en los que esta falte, y actuar con firmeza para proteger la democracia de quienes, por incapacidad o desdén, amenazan con desvirtuarla.

No es necesario mencionar el nombre propio sobre quien me refiero, pero si es necesario reaprender de nuestra institucionalidad y conciencia con esta noche de cuatro años. Creo que como sociedad si aprendimos y no se volverá a cometer tal error. 

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