“El sueño de un maestro”
Es el último domingo de mayo y los ciudadanos se levantan temprano para ir a las urnas. Los veo pasar desde la ventana de la casa de alquiler donde vivo. La casa propia que había adquirido con un crédito hipotecario y que pagué cumplidamente durante 20 años me la quitaron porque hacía parte de un conjunto habitacional de maestros jubilados. Ahora pertenece a funcionarios del estado que se autodenominan “los de la segunda ola”. Ellos se encargan de administrar los inmuebles que habita un adulto mayor solo y se lo quitan, notificándote que deben pasar a manos de una familia del pueblo.
Lo lamento, pero no puedo ir a votar porque no tengo quien me lleve y estoy en un segundo piso sin movilidad propia. La entidad de salud que me atendía ya no existe; desapareció después de la última reforma que, según dicen, unos legisladores aprobaron a cambio de beneficios económicos. Debo comprar por mi cuenta los medicamentos, y a veces tengo que escoger entre comer, pagar el arriendo o los servicios, o comprar medicamentos. Recuerdo que con el plan de salud familiar que tenía antes de la reforma, iban a casa a atendernos a mi esposa y a mí.

Sigo en la ventana, mirando cómo transcurren las horas para elegir al nuevo presidente de la República. Hay una papeleta adicional que los electores deben depositar en las urnas, la cual preguntará si el nuevo gobernante elegido puede decidir en una reforma pensional de bolígrafo si quienes fuimos maestros por 30 o más años y quienes cotizaron toda la vida podemos seguir recibiendo la pensión o si esta debe pasar al fondo común de recursos que entrega suministros para alimentar a la segunda ola.
Logré educar a mis dos hijos. Se formaron en universidades públicas y allí mismo laboraban como docentes. Cuando acabaron con la autonomía universitaria e intervinieron todas las universidades públicas, volviéndolas públicas también las privadas, ellos se opusieron y tuvieron que salir del territorio de la República. Están como inmigrantes en algún país democrático que no debo revelar. Se llevaron a mis nietos. Allá no han podido conseguir empleo, a pesar de que son especialistas ambos y uno es magíster en letras, pero tampoco tienen asilo político. Fueron amenazados y se fueron una noche de invierno. También ellos ayudaron a elegir al gobierno del cambio desde las aulas.
Mi esposa falleció de un infarto cuando nuestra casa pasó a manos de la segunda ola del pueblo. El único hermano que me quedaba fue asesinado en un atentado de los de la segunda ola en un municipio del sur de la República hace ya como seis o siete años. Los responsables de su muerte hoy hacen parte del gobierno y creo que hay hasta asambleístas y senadores de la República. A mi hermano, los nuevos jueces lo declararon responsable de los hechos, por estar donde no debía estar y oponerse al estallido popular del momento.

Por eso, quisiera salir a votar para derrotar a este presidente que hay ahora en la casa de gobierno, para recuperar la democracia que estamos terminando de perder. Me cuentan que ya no hay inversión extranjera en la República, que no hay explotación de ningún mineral, y que todas las empresas se fueron. Lo que sacan de nuestras riquezas naturales es para los gastos del equipo de gobierno y sus familiares.
Mis compañeros de bachillerato, que luego de hacerse profesionales unos y empresarios otros, fueron emprendedores. Algunos entraron en liquidación por una reforma laboral que este gobierno impuso a la fuerza y ayudado por sus compañeros de ideología en la bancada de la legislatura. Algunos de ellos lograron hacer empresa en el exterior porque sacaron su capital y se fueron a tiempo. Otros se fueron a la quiebra, cerraron las empresas y muchos dejaron a centenares de familias sin empleo. La inflación ya estaba reventada al 500% anual y la economía decrecía permanentemente.
Sigo en la ventana y veo cómo la fuerza pública amedrenta verbalmente a quienes no vayan a votar por los seguidores del actual gobierno. Me dicen que esos disfrazados de agentes del orden son los de la segunda ola y unos excombatientes que se reintegraron y ahora son los duros. Sé de algunos de mis alumnos de hace dos y tres décadas a quienes siempre les dije en clase que había que contribuir al cambio. Eran jóvenes valientes que salieron a las calles, lideraron la revuelta social y votaron por el cambio. Ahora los veo y recuerdo que ayudé a esta manifestación del cambio con entrega y convicción desde las aulas.

Me entero por el “correo de las brujas” que en la fuerza pública ya no quedan ni Generales, ni Oficiales o Suboficiales de los que se formaron con patriotismo en las escuelas militares. Basta con manifestar que son de la segunda ola y pasan a engrosar inmediatamente y sin capacitación alguna, con un buen salario, las filas de las milicias protectoras del pueblo.
Ya son las horas del mediodía. Prendo el televisor y en un solo canal independiente, que no han cerrado desde el gobierno actual, anuncian que anoche fueron asesinados unos líderes sociales, reconocidos defensores de derechos humanos, pero eso no importa. Se anuncia que las elecciones avanzan con un solo candidato favorito del pueblo. Un vecino de este segundo piso mete por debajo de la puerta donde vivo “El Cambio”, el periódico oficial del gobierno. Solo este medio escrito llega a todos los poblados, no hay más periódicos impresos en la República; todos los cerraron por atentar contra la seguridad y tranquilidad del pueblo. Lo levanto y en la primera página está el candidato de la continuidad, el de “El cambio continúa”.
En las páginas interiores están todas las obras del gobierno donde destacan la igualdad de todos los habitantes de la República con un texto: “Todos en esta nación somos iguales y por eso, todo es de todos”. Respiro y doy gracias por haber nacido y vivir en esta, la República de la igualdad. En otra página leo con sorpresa que hay más de un centenar de políticos tradicionales que están presos, en las cárceles que desocuparon los de la segunda ola. Unos están sindicados de corrupción y otros condenados por traición a la patria. Veo con más sorpresa aún que estos fueron los mismos que ayudaron a elegir al anterior y al actual gobierno. Los detenidos dicen que son presos políticos, pero el tribunal nacional superior de justicia especial dice que son simples delincuentes y serán juzgados por sus crímenes. Recuerdo algunos de cuando empezó el cambio: Vasco, Rey, Benetton, etc.

Anticipadamente se da el triunfo del candidato del continuismo, y una vez asume dicta su primera ley y dice que las pensiones ya no existen, que todos somos iguales y que esos recursos son del pueblo y para el pueblo. Ahora soy un exjubilado, un exmaestro, un enfermo, un viejo inútil al sistema actual, el gobierno por el que hace una década voté y apoyé para el cambio. Pero gracias a Dios, en esta norma también dice que quienes éramos jubilados y teníamos vivienda, en el nuevo censo que harán los de la segunda ola nos tendrán en cuenta para llevarnos cada mes unos pocos productos básicos de la canasta familiar, los cuales recogeremos con libreta en mano.
Era el último domingo de mayo del 2030 y lamento mucho decirlo, pero la oposición no fue capaz de unirse y por eso, en mi patria “El cambio continúa”.
Despierto de esta pesadilla y veo que aún hay tiempo para que este sueño no se convierta en realidad.
