LA RESPONSABILIDAD DE LOS COLOMBIANOS EN LAS ELECCIONES DEL 8 DE MARZO DE 2026

Editorial El Occidental

A seis meses de las elecciones del Congreso de la República, el país se mueve en el vaivén de los acomodos y reacomodos para tratar, unos de mantener el poder y otros de querer despojar de este, de manera legítima y democrática, a quienes malversaron lo construido por décadas por los colombianos y desaprovecharon la oportunidad, esta sí histórica, de lo que prometieron y no cumplieron en ninguno de los aspectos: “un gobierno del cambio”. Y hoy, si bien gozan de un porcentaje de ciegos, sordos y no mudos seguidores, la defraudación y el desencanto colectivo les espera un verdadero control social para ser derrotados en las elecciones primarias del 8 de marzo de 2026.

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Las elecciones primarias, como las denominamos, son las conformaciones en el estamento legislativo que demarcarán lo que en mayo, es decir, en primera vuelta presidencial, le deparará la democracia a Colombia. El riesgo en que se encuentra el país y la amenaza latente que hoy se vive tiene varias aristas; la primera será la de un gobierno actual que no aceptará los resultados de la elección del nuevo Congreso si no obtienen las curules que esperan, pues ya vienen preparando ese camino, deslegitimando el sistema electoral del país cuando no les conviene.

La segunda es que la dispersión de listas de la denominada Centro Derecha no alcance unos buenos escaños y la izquierda, compacta en una lista única, alcance los guarismos por ellos esperados, y eso los lleve a creer que serán los ganadores de la presidencia, con lo cual llevarían un candidato único, y la derecha, que por lo que se lee hoy llevará muchos aspirantes al tarjetón, le podría poner en bandeja de plata una oportunidad a quienes hoy mal gobiernan de continuar en el poder.

Pero volvamos al Congreso que será elegido el próximo 8 de marzo, donde habrá muchos que, por temor a “quemarse”, no volverán a aspirar, pues saben que su accionar en estos largos tres años ha sido calificado como de traición a sus electores, que esperaron de ellos un comportamiento ejemplar y no una entrega a las maniobras de un estilo de gobierno derrochón y con muchísimos escándalos y actos de corrupción, mal administrador y destructor de los sistemas de salud, de educación, de la fuerza pública, de contratación, de nombramientos, y hasta en algunos casos del de justicia, del de hacienda pública y regla fiscal, y hasta el que perfectamente funcionaba de pasaportes, por solo hablar de algunos.

Hoy los medios de información y las redes sociales serias han servido para conocer a los buenos y a los malos congresistas, a quienes merecen reelegirse y a quienes hay que señalar como vende patrias, para saber en ese control político y social por quiénes votar en las urnas. Se viene también una avalancha de compra de votos; los ríos de dinero por contratos no serán menos caudalosos que los que corren en las dictaduras para pagar a los electores. La responsabilidad de los colombianos el próximo 8 de marzo, en las elecciones del Congreso y en las de presidencia de 2026, si se quiere, es la más grande que haya vivido la democracia en la existencia republicana de nuestra nación.

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