Por: Balmore González Mira
Uno de los elementos que sugiere la Asociatividad es la incapacidad económica individual de desarrollar un proyecto o una actividad por una persona, empresa o por el mismo Estado. Eso siempre lleva a buscar alianzas que conduzcan al éxito de lo que haya que construir, para poder avanzar en el desarrollo de la sociedad. Varios son los casos que se podrían analizar, desde las alianzas interestatales, las empresariales y las comunitarias e inclusive las Alianzas Público-Privadas.
La Constitución de 1991 dejó expresos algunos modelos asociativos que se han venido desarrollando con mucha timidez, pero en los últimos tiempos se han impulsado con un poco más de vocación hacia las diferentes regiones interdepartamentales y un poco menos incisivo entre departamentos a través de las Regiones Administrativas y de Planificación (RAP). Hay también otros modelos implementados que buscan generar resultados por proyectos de regiones y no de manera individual, como las Áreas Metropolitanas, las Provincias, las Asociaciones de Municipios, entre otras.
Lea también: ANTIOQUIA INICIA OBRAS EN LA VÍA AL MAR Y RINDE HOMENAJE A GONZALO MEJÍA TRUJILLO

Recuerdo cómo bajo la gobernación y posterior presidencia de Álvaro Uribe Vélez se esbozaba la teoría de un Estado Comunitario, como una forma de crear fortaleza de asociatividad desde la comunidad misma; el impulso de las Empresas Asociativas de Trabajo (EAT), de las Cooperativas y de las Juntas de Acción Comunal fueron los modelos más interesantes de mostrar en ese momento y desde ahí se generó riqueza, empleo y solidaridad consolidada desde la base misma de la comunidad. También recuerdo que impulsamos con mucha dedicación desde las alcaldías municipales esta participación de los ciudadanos en estos modelos asociativos; entregábamos contratos de obra, como mantenimiento y conservación de caminos rurales, coparticipación en la construcción de acueductos veredales y otros proyectos constructivos en cada territorio, donde la comunidad se empoderaba de su realización. A muchas de las Juntas de Acción Comunal les entregamos, a través de contratos, el mantenimiento de las vías para empradizar la maleza y limpieza de cunetas; con ello se lograba que todo el año se mantuvieran bien las vías y que se generaran ingresos permanentes a esos núcleos y sus asociados. Ese modelo, desafortunadamente, se fue diluyendo y ahora en pocas poblaciones los utilizan.
Hoy se ha escalado a modelos mayores a través de la Asociatividad entre municipios, regiones y departamentos. Eso está bien, porque es otra forma y otro esquema que puede llegar a suplir necesidades que individualmente sería imposible llevar a cabo. La reflexión nos lleva hacia la necesidad de construir desde la base, de trabajar y aprovechar esos modelos asociativos pequeños que, sumados, pueden hacer la diferencia, de fortalecer nuevamente a esas comunidades que recibieron unos anuncios importantes, pero que realmente a ellos no han llegado nuevamente los recursos estatales y que desde allí quedó probado que no solo los hacen rendir, sino que se impacta a muchas más familias en cada comunidad y las obras quedan mejor terminadas a través del Empoderamiento Comunitario.
La Asociatividad desde todos estos puntos de vista es y debe ser un gana-gana, una forma de crecer y de construir con solidaridad. No debe imponerse la voluntad de los más fuertes, sino, por el contrario, hacer que todos sean iguales para que no haya ventajas y perdure esa relación; lugares comunes y diferencias, donde debe primar la concertación.
