Por: Balmore González Mira
De cuando en cuando la atrevida ignorancia de algunos idiotas habla mal del Chocó, un departamento absolutamente rico en naturaleza y dónde desgraciadamente parte de su población vive en la pobreza. Pero quién habla mal del Chocó es porque no conoce al Chocó y no conoce la idiosincrasia de su gente. Que un payaso salga a hablar mal del Chocó no merece ni el enojo, pero sí aclararle que allí está una población con dificultades, pero también unas personas pujantes y capaces, emprendedoras, grandes futbolistas y muy buenos artistas, mujeres hermosas de piel morena y armoniosos cuerpos, mujeres inteligentes y capaces; poetas, pintores, escritores y músicos.
No soy chocoano pero aprendí a amar entrañablemente esta tierra y sobre todo a sus gentes, a sus maravillosas gentes.
Para no entablar discusiones con nadie, desde mi óptica voy a contar a qué me huele esta tierra prodigiosa, cuando tengo la fortuna de estar allá o cuando los amigos con sus sabores gastronómicos me acercan hasta la mía. A eso huele el Chocó, a la mejor gastronomía del pacífico, pero también huele a mar, a playa, a danza, a ritmo, a cultura, a historia y a ancestralidad. A viche y arrechón, a pescado y patacón, a arroz con longaniza y a chontaduro, a bacao, caimito y borojó.
El Chocó huele a amabilidad, a cordialidad y a hospitalidad. Huele a amistad sincera y a hermandad. Huele a paisaje, aventura, turismo. El Chocó huele a pasión, calor, color, a frescura y riquezas naturales.
Huele a minerales preciosos, huele a minería, huele a selva, huele a rio, huele a cascadas; huele al rio tutunendo, al san Juan, al baudó, al atrato. Huele a lancha, huele a pesca. Huele a Quibdó.
Pero Chocó también huele a Nuquí, a Bahía Solano, a Acandí, a Capurgana, a Carmen de Atrato a Istmina. Huele a tortugas desovando, a ballenas saltando. ¡Chocó huele a patria! Vayan y huelan al Chocó y les aseguro que ahí mismo se enamoran.
