El “petrómetro”, una reflexión. 

Por: Juan Diego Barrera Arias

No es nada nuevo la animadversión del presidente hacia nuestra Antioquia, no es acontecimiento actual, es de vieja data. Es preciso señalar que Antioquia aguanta estos reveces y muchos otros por su “berraquera” y porque a pesar de sufrir estos impases, somos conscientes que la cultura paisa esta por encima de cualquier Gobierno, que sólo (y eso espero) dura cuatro años,mientras nuestra idiosincrasia sobrepasa ya varios siglos. 

El hundimiento de la consulta “populista” en el Senado de la República es uno de los últimos acontecimientos que pusieron en funcionamiento el “petrómetro”, pero esta vez con un nuevo afectado, el Departamento del Valle del Cauca, un resultado muy desfavorable, la cancelación de cualquier coordinación y ejecución de recursos de parte del Gobierno Central en este territorio.

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El petrómetro es lo que no ha podido ser favorable a Antioquia, y me refiero a este, como el sistema de medición de la simpatía (en realidad sectarismo) del Gobierno central hacia las regiones. Este sistema se subdivide en medidas para tener un resultado favorable o desfavorable. La medición es simple, sumar todos los halagos, potenciados al reposteo de mensajes publicitarios a favor del gobierno, multiplicados por la cantidad de contratos si se otorga los votos por las iniciativas gubernamentales y que, con un poco de adulación mesiánica, harán que seas beneficiario de la ayuda del Gobierno, que si bien bajo la poca capacidad del gestión termina siendo nula, por lo menos escuchará a tu departamento. 

El “petrómetro” ha permitido vislumbrar el centralismo recalcitrante de nuestro sistema administrativo y político. Que las regiones pueden ser dejadas a la deriva cuando el ego puede más que el servicio y la ideología más que la política como instrumento de transformación y desarrollo.  Y que lógicamente si bien tenemos un sistema institucional, este puede verse permeado y vulnerable cuando el sectarismo copta las instituciones, así sea por vía democrática. 

Colombia como democracia de las más antiguas y sólidas del continente, debemos aprender de este contexto actual, debe permitirnos una reflexión, y es el volver al surgimiento mismo de la república y pensarnos que Colombia es un país de regiones que fue sumergido en un centralismo; que el regionalismo como garantía de auto gobernanza debe ser convertido en una facultad de cada uno de los departamentos, que desde adentro debemos pensarnos con un país que otorgue una verdadera autonomía a los departamentos, autonomía con un verdadero músculo financiero y tributario para que los territorios de autodeterminen así mismos. No podemos seguir contemplando que sólo el desarrollo de un territorio sea posible a medida de su cercanía con Bogotá. 

Replantearnos nuestra estructura administrativa, política y económica no es un debate que aflora la identidad paisa; es un debate más allá, un debate sobre un verdadero desarrollo de las regiones ligados a sus más intestinos deseos de autoproyección y crecimiento, un debate que no sólo es de Antioquia y que a la luz de la actual dictadura de la chequera pública debe ser traído a colación; somos y seremos siempre colombianos, pero nos desarrollamos y crecemos como una región, como región antioqueña, como territorios de Colombia.

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