Por: Balmore González Mira
Para comenzar este diálogo con los lectores, definitivamente debemos devolvernos a las décadas de los 80 y 90 del siglo XX, donde nuestro país y muchas de nuestras familias se habían “venezolanizado”: fueron muchas las empresas y personas que hicieron riqueza en el vecino país; viajar a Maicao y a Cúcuta, las dos fronteras comerciales más reconocidas que teníamos con la entonces potencia petrolera de América del sur, hacían que en los hogares colombianos estuvieran presentes muchos productos a bajos precios, los cuales oscilaban entre unos muy buenos alimentos de la canasta familiar, hasta mercancias de gran calidad para el sector agropecuario y doméstico; inclusive muchos vehículos ensamblados en la vecina y floreciente República, paseaban lujosos por nuestras vías. Las remesas que llegaban, producto de las ganancias de nuestros connacionales allá, fueron muy bien invertidas por muchas familias que hicieron también empresa acá y mejoraron sustancialmente sus economías. Tampoco fueron pocas las empresas que exportaban sus diversos productos y servicios que los venezolanos, con muy buena capacidad adquisitiva, consumían diariamente, llevando a un flujo comercial binacional que fuera el mejor para ambas naciones. Momentos memorables que las últimas tres generaciones desconocen y no vivieron esta relación comercial exitosa y de la economía más boyante que tuvieron los habitantes del país que gobernaban desde Caracas.
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Cuando llegó el chavismo a instalarse con su política socialista desde el primer gobierno de Hugo Chávez (1999-2001) que se inició tras su victoria en las elecciones presidenciales de 1998 con el Movimiento V República, sucediendo a Rafael Caldera, todo comenzó a cambiar. Chávez asumió el poder el 2 de febrero de 1999, siendo el primer presidente de origen militar después de Larrazábal, construyendo con una disfrazada democracia lo que hoy se conoce como el socialismo del siglo XXI, a través de un Castro chavismo que hoy es la peor dictadura del continente.
Todos conocemos lo que ha pasado y lo que hoy ocurre, una Venezuela que la han empobrecido en 25 años y a la cual le acabaron su democracia, dónde se roban las elecciones cada que las convocan; ocho millones de venezolanos que se han ido del país a buscar refugio en otros, para salir de pobreza, de la persecución o simplemente huyendo de los tiranos. Miles de familias deambulando por los territorios del América y el mundo, buscando un poco de comida. Una economía devastada por sus dictadores; un pueblo destruido y un turismo inexistente, pues hasta las islas margarita, otrora paraíso, fueron destruidas por el régimen.
Persecución a la oposición, cárcel, exilio o sepulturas han sido sus consignas. Empresas y propiedades expropiadas en acciones de la dictadura, que eran aplaudidas por sus áulicos y lamentadas posteriormente por millones que vieron desmoronarse a un país que hace 30 años era rico y donde la población vivía bien y ahora es pobre para la mayoría, pero enormemente rico para los que hacen parte del poder de la narcodictadura, acusada mundialmente de ser manejada por el cartel de los Soles.
Colombia no quiere hoy la “venezolanización” de los últimos años, no queremos la de la dictadura, la del narcoestado, la de la opresión, la actual. Queremos la del siglo pasado, la que representa el crecimiento económico, la democracia, la de los senderos de un comercio fluido, la de grandes empresarios generando empleo. ¡La Venezuela libre!
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